Al
tiempo que el gran Maestro de Amor
se erguía teniendo a sus espaldas un escenario de suaves colinas, con la luna plateada brillando sobre Su Cuerpo
iluminado, fluía de su Presencia un sentimiento
de la más gloriosa Paz -una
quietud que se reflejaba aún
en la Naturaleza, de
manera
tal que los mismísirnos
cuerpos de
los invitados allí reunidos escogían no moverse,
debido
a que
el confort de
esa Paz era
más precioso que la voluntad
de parte alguna.
A
esa quietud entramos cada vez más y más profundo. No había hoja de hierba que se moviera,
ni la hoja de un árbol, ni un pájaro en una rama, ni
la superficie del lago; y hasta
la brisa que
siempre está
presente en los canales naturales de las colinas
y valles,
estaba quieta, recordándome la
venida de los grandes
Kumaras.
El gozo de
esa quietud era una experiencia
activa e individual, cada
cual con su ser presionado
contra el cuerpo del Silencio, hasta
que todos los temblorosos
nervios y mentes vibrantes
fueron aquietados.
Este es el sentimiento
que los Maestros
experimentan cuando entran al Gran Silencio entre
Sus actividades, pero para que
el Señor Maitreya haya traído ese sentimiento de quietud
a la
atmósfera inferior de
la Tierra, y
haberlo transmitido conscientemente
a los cuerpos de seres no-ascendidos fue, una
vez más, la manifestación de la Maestría completa
de Amor sobre
toda vibración que es inferior a
Sí -porque cada individuo
que estaba allí presente
trajo una vibración representativa
de algún aspecto diferente de la experiencia limitante y, sin embargo, esa
Presencia Maestra de Amor (sin que se pronunciara palabra alguna) le dio a cada hombre la
promesa de lo que un planeta y un pueblo
algún día serán, cuando la
capacidad para crear discordia ya no se
cuente
más entre los poderes del ego
que evoluciona.
Tomado del Libro Diario de " El Puente a la Libertad " .- Maha Chohan
Tomado del Libro Diario de " El Puente a la Libertad " .- Maha Chohan