Para entender inteligentemente el
problema que tenemos que encarar, necesitamos investigar
por qué
se desatan las
guerras. La
mayoría de la gente supone que las guerras
se dan como consecuencia
de ciertos
actos
concretos por
parte de
ciertos individuos.
Piensan que
los líderes nacionales en posición de
autoridad deciden
hacerle
la guerra a un vecino
porque sienten
que
son lo suficientemente fuertes como para conquistarle; o que declaran la
guerra en defensa propia
con el objetivo de prevenir tal ataque sobre
ellos mismos.
O puede
que sean absorbidos dentro de
una guerra que ya comenzó entre sus
vecinos,
a pesar
de todos los esfuerzos para mantenerse al margen. Ésta es la visión ordinaria de la historia pero, de hecho, está
bastante equivocada. El hecho es que los
actos concretos de
individuos- tales
como ultimátum, declaraciones de
guerra, y por el estilo- nunca
con casuales de
por
sí sino que
meramente
son el
resultado de profundas y amplias corrientes de pensamiento y sentimiento que ya existen
en las
masas de personas involucradas. Las guerra
se desata entre
dos países
porque durante mucho
tiempo antes los corazones de miles de personas en ambos lados
de la frontera se han
llenado de odio y de miedo;
y a veces también de avaricia, orgullo satánico
y el resto
de los Siete
Pecados Capitales.
La guerra
en sí y todos los horrores
que la acompañan -el
tiroteo y bayoneteo,
la mutilación y el
uso de gases, la destrucción de propiedades y demás- no son más
que la
consecuencia
o materialización, en el plano físico, de las pasiones malvadas que la precedieron.
Tomado del Libro " Puntos y Aspectos de Dios "