Aquello que el hombre siembra, eso mismo cosechará.
No
existe lo que se llama la "suerte". Nada nunca pasa por casualidad. Todo
lo que entra a tu vida, sea
bueno o malo,
pasa como resultado de una Ley
inmutable e inevitable. Y el
único operador de dicha ley
no es otro que tú mismo. Nadie más te ha hecho daño alguno ni podría hacértelo, no
importa cuánto parezca que
sí lo ha hecho. Consciente o inconscientemente, en algún momento
u otro, tú mismo has producido toda condición
deseable o indeseable
con la que te encuentras tanto en tu salud corporal o en
tu circunstancia hoy día. Tú -y sólo tú- pediste esa mercancía y ahora se te está entregando. Y en tanto sigas pensando
mal
acerca de ti mismo y de la vida, la misma dificultad seguirá asediándote,
ya que toda semilla invariablemente tiene que producir según su propia especie, y
el pensamiento es la semilla del destino.
Sin embargo, hay
una salida sencilla a todos los problemas. Aprende a pensar correctamente en vez
de hacerla equivocadamente, y las
condiciones comenzarán a mejorar
enseguida hasta que -tarde o temprano- toda la
mala salud, la pobreza y la inarmonía desaparecerán. Tal es
la Ley. La vida no tiene que ser una
batalla. Puede ser (y
debería ser) una gloriosa aventura mística; pero
vivir es una ciencia.
Esta
es una manera de afirmar la Gran Ley. Lee
y relee
esto en intervalos regulares,
e inevitablemente cambiará tu visión de la vida.
Tomado del Libro " Puntos y Aspectos de Dios" de Emmet Fox