Cuando llegamos al Caballo Negro,
encontramos que dice:
«Y he aquí un caballo negro, y el que le montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una
voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario»
Un par de balanzas, es decir, una báscula como la que usa un tendero
o un farmaceuta, es aquí un símbolo de carestía o escasez. Esto quiere decir que no hay
suficiente para todos y, por lo tanto, que las cosas tienen que ser racionadas.
El Caballo Negro
representa el intelecto, y si tu cabalgas sobre el Caballo Negro obtendrás la
carestía o inanición del alma. Muy poca gente cabalga sobre el Caballo Negro en
comparación con los que cabalgan sobre el Rojo, pero algunos lo hacen, y el mundo civilizado en conjunto lo
ha estado cabalgando por varios siglos.
Cabalgar sobre el Caballo Negro no
quiere decir "tener un buen intelecto". Esto último no es del todo malo.
De hecho, mucha gente -particularmente en el mundo religioso- estarían mucho mejor si tuvieran un poco más intelecto del que tienen. Cabalgar sobre el Caballo Negro es dejar que tu intelecto te domine en perjuicio (o con la exclusión) de la naturaleza emocional, y especialmente de la espiritual. Es algo muy bueno tener un intelecto bien entrenado y pulido por el uso, pero es un verdadero infortunio dejar que él mande. Hay gente que dice que el universo puede ser entendido intelectualmente, que todo acerca de Dios se puede poner en términos de simple castellano y explicado con precisión a punta de palabras. Esto es absurdo porque esto, en realidad, es un intento de definir lo Infinito, y -como dice Spinoza- definir a Dios es negarlo. Otra gente dogmatiza y dice que lo único que existe es la materia, y que la mente es una secreción de la materia; y que, por lo tanto, la mente no puede dominar la materia, y que el hombre no puede sobrevivir a la muerte porque no puede llevarse su cuerpo consigo. Esta gente dice que el cerebro piensa, y que cuando el cerebro se pudre en la tumba, el pensador no puede estar vivo. Hay otra gente que resentiría que se le denominase materialista, si bien dice que no puede creer en la oración porque las leyes de la naturaleza son deterministas y que, por ende, la oración no tiene posibilidad alguna de cambiar nada.
Toda esta gente está cabalgando sobre el Caballo Negro, y sufre de hambre y carestía porque esas creencias erradas la privan de todo entendimiento y crecimiento espiritual.
El intelecto es algo excelente, e indudablemente no podríamos vivir en este plano sin él. Pero el intelecto solo puede habérselas con cosas tridimensionales. Se descompone si se le lleva más allá de esto. Necesitamos el intelecto para comprar y vender, para construir edificios y carreteras, para hacer nuestro trabajo diario, etc. Pero a medida que nos acercamos a Dios, abandonamos el territorio del intelecto y vamos allende el mismo dentro de la región de lo espiritual, donde los valores son la perfección, y la dimensión es el infinito. La verdad acerca de Dios debe ir allende el intelecto y se requiere de la naturaleza
espiritual para entenderla. El instrumento del intelecto es la razón, y si bien es verdad que todo aquello que contradiga la razón no puede ser Verdad, las verdades religiosas tienen que ir allende el pensamiento racional sin, por
supuesto, contradecirlo.
El intelecto no puede darte la verdad
sobre Dios, y suponer que lo puede hacer es como tratar de usar un termómetro
para pesar un paquete, o tratar de usar una báscula para medir la temperatura
de la habitación. Cuando haces eso, estás confundiendo tus instrumentos.
Si tratas de vivir sin el conocimiento
de Dios, sin la oración o contacto espiritual, será inevitable que tarde o temprano
te encuentres en una condición de desilusión y desazón, ya que tal es el destino del
jinete del Caballo Negro.
En el Siglo XIX, muchos hombres de
ciencia no creían en nada que no pudiera ser aislado en un tubo de ensayo o
examinado bajo el microscopio. Estos científicos materialistas cabalgaron sobre
el Caballo Negro; pero actualmente algunos de los más eminentes científicos están
comenzando a reconocer la existencia de cosas espirituales.
La civilización occidental
definitivamente ha estado cabalgando sobre el Caballo Negro desde la conclusión
de la Edad Media. El Renacimiento redescubrió el intelecto -lo cual fue un logro espléndido-, pero la civilización occidental no
mantuvo al intelecto en su lugar. Se le permitió que asumiera la posición de
mando. Desde entonces la forma de nuestra educación ha sido predominantemente
intelectual, en detrimento de otras cosas. Este ha sido especialmente el caso
desde que la Era Moderna comenzó con la invención de una máquina de vapor comercialmente
práctica a mitades del siglo XVIII.
La Segunda Guerra Mundial (que en
realidad no fue sino una continuación de la Primera) se debió directamente a
esta política. La humanidad ha desarrollado un conocimiento intelectual y científico superior
con creces al entendimiento moral y espiritual de la raza. Este desarrollo le ha dado al hombre el poder de, por
ejemplo, fabricar poderosos explosivos, construir submarinos y aviones, etc.; pero debido a que su desarrollo
espiritual se ha quedado tan rezagado detrás de sus logros intelectuales, el hombre usa estas cosas para
destrucción y tiranía. De haberse mantenido
parejo el entendimiento de la verdadera religión con los descubrimientos
científicos, tal conocimiento sería utilizado en pos de la iluminación y la felicidad de la humanidad en vez de ser usada para
su destrucción. Todo esto constituye cabalgar sobre el Caballo Negro.
El jinete del Caballo Negro es como un piloto que se pasa el día entero
carreteando por la pista, sin despegar jamás. Ahora bien, no se construyó el avión para carretear por la pista. Hasta el automóvil más viejo y barato se mueve mejor
sobre la tierra que el mejor de los aviones. El avión no está construido para la tierra sino para volar por el cielo, y hasta que no despegue se encontrará fuera de su elemento.
Tomado del Libro " Alfa y Omega " de Emmet Fox