Cerca de mediados del Siglo pasado, un viajero reco rría lo que era entonces una remota parte de Sudáfrica. Un día, mientras fumaba su pipa fuera de la choza en una villa nativa, observó un grupo de pequeños niños desnudos jugando a lo que evidentemente era una versión nativa del juego de canicas. Observó el juego desinteresadamente por un momento hasta que algo acerca de las piedras ásperas llamó su atención. Eran verdaderamente pequeños guijarros opacos, pero -su pulso empezó a acelerarse-. Le habló al padre de los niños con estudiado descuido, y el kaffir le dijo: "A los niños les gustan esas pequeñas piedras. Tienen algunas más en la choza", y trajo para afuera una pequeña cesta que contenía varias más. Reprimiendo su excitación, el viajero sacó una gran porción de tabaco comprimido, que valía quizás veinte o treinta centavos en nuestra moneda y dijo: "Me gustaría llevar estas piedras a casa para mis hijos. Le daré este tabaco por ellas. ¿Está dispuesto?" El Kaffir se rió y le dijo: "Le estoy robando, pero si usted insiste, está bien" y se cerró el trato, el cual no sólo enriqueció al forastero, sino que con el tiempo condujo al gran descubrimiento de los campos diamantíferos sudafricanos.
La suerte del kaffir es realmente la suerte de la mayoría de los seres humanos.
El hombre está en posesión de un fabuloso tesoro, el Poder de la Palabra Hablada -y todavía, en la mayoría de los casos no lo sabe-
Te abrirá Joeová su buen tesoro…para bendecir toda obra de tus manos…( Deuteronomio 28:12 )
Tomado del Libro “Un Año con Emmet Fox” Lectura del día de la fecha.