(Agosto de 1952)
A los grandes Señores de Amor de Venus, reunidos en
Santo Cónclave, se les avisó que su planeta hermano,
la Tierra (llamada la Estrella Oscura o el Planeta Som
brío) no podía irradiar la luz suficiente para asegurarse
por cuenta propia un sitio permanente en el sistema so
lar. Así como un hombre reemplaza un bombillo que
mado en las luces del arbolito de Navidad, asimismo
la Ley Cósmica debe- a modo impersonal- eliminar
de su cadena Cósmica, aquellos planetas o estrellas
que no pueden realizar (o no realizarán) su destino in
dividual y contribuir -dentro de un tiempo asignado
para desarrollo- con una radiación de Luz, Paz y Ar
monía al universo del cual es parte. Cuando un plane
ta ha excedido el tiempo asignado para crecimiento y
expansión, y se le encuentra sin un poder auto-genera
do y auto-sostenido de radiación para el bien, debe ser
descartado, y devuelto sus elementos componentes a
Lo Amorfo para que sean repolarizados y re-moldea
dos en una forma más productiva.
En vez de esperar a que la Tierra fuera disuelta -dejan
En vez de esperar a que la Tierra fuera disuelta -dejan
do así a los millones de almas que estaban evolucio
nando allí, sin un hogar planetario en el cual trabajar
hacia su propia maestría-, el Concejo de Venus se
ofreció de voluntario a enviar algunos de sus miem
bros para llevar y sostener la Luz en la Tierra, hasta
que se pudiera educar a la suficiente cantidad de per
sonas de dicho planeta en la Enseñanza de la Llama,
y se les pudiera enseñar cómo regular su propia Lla
ma de Vida para que emitieran una luz constante y
sostenida. La Luz así cultivada en los corazones de
los hombres sería, entonces, la "Luz del Mundo", y
los grandes visitantes de Venus, habiendo cumplido
con Su misión, podrían retornar con amor -con el
mismo amor con que vinieron- a su Estrella Celestial.
Al ser siempre los mayores los sirvientes de los meno
Al ser siempre los mayores los sirvientes de los meno
res, el misrnísimo Señor Cósmico -Sanat Kumara- y
tres de Sus Hijos, se ofrecieron para dirigir el grupo
de misioneros. Los grandes Kumaras, con treinta vo
luntarios leales, se prepararon para su descenso a la
atmósfera del planeta Tierra, sabiendo muy bien que
atmósfera del planeta Tierra, sabiendo muy bien que
deberían permanecer allí hasta que la cantidad sufi
ciente de hijos de la Tierra hubieran despertado a la
necesidad de la hora, y del fiatCósmico de que la Tie
rra debía emitir más Luz. Luego, estos hijos de la Tie
rra deberían entrar a los siglos de entrenamiento,
auto-control y disciplina requeridos para convertirse
en Señores de la Llama de sus propios corazones, y a
través de esa Llama, liberar a los grandes Kumaras de
Su Servicio de Amor y Luz.
Así, los treinta alumnos de los Kumaras le dijeron adiós
a sus familias, a sus hogares, a su planeta, y compare
cieron ante la solemne corte de los Señores del Karma
de la Tierra. Este gran Concejo aceptó agradecidamen
te la entrada de estas almas a la rueda de la evolución
de la Tierra. Cada uno fue atado a la rueda de la encar
nación,de la experiencia terrena y de la muerte por tan
to tiempo como la Tierra necesitara del préstamo de la
Luz de Ellos; y ninguno sería liberado hasta que llega
ra el momento en que la propia Luz de la Tierra fuera
lo suficiente para cumplir con la exigencia de la Ley
Cósmica. Sólo entonces estos treinta seres serían libe
rados de esta rueda, y regresarían a sendas evolucio
nes en su dulce planeta de Amor. ¿Acaso ha habido un
sacrificio mayor que éste? Ellos se ofrecieron de volun
tarios no por una encarnación de sufrimiento, una muer
te, un nacimiento ... sin por incontables e inconcebibles
millones de vueltas.
La primera tarea de los treinta amorosos seres fue la
de preparar un sitio para la llegada de su Señor. Cuan
do cada alma hubo sido envuelta por los "lazos del ol
vido" del magnetismo de la Tierra, y entrado al naci
miento,únicamente su amor ardiente quedaba para ilu
minarles el camino. No obstante, en aquellos primeros
días, antes de que el viaje agotador hubiera opacado el
brillo del Fuego Espiritual- a cada uno se le permitió
recordar su propósito lo suficiente para encontrarse con
sus hermanos peregrinos y unirse en la preparación del
hogar para Sanat Kumara en la atmósfera de la Tierra.
A esta gran preparación, la cual tomó cientos de años,
se le conoce como la "construcción de Shamballa".
Extraido del Libro Diario de " El Puente a la Libertad"
Sanat Kumara