La gran Ley del Universo, no obstante, es solamente esto: que lo que piensas con tu mente lo producirás en tu experiencia. «Como
es arriba es abajo». No puedes
pensar una cosa y producir otra. Si quieres controlar tu circunstancia a fin
de tener armonía y felicidad, primero tienes que controlar tus pensamientos en
términos de armonía y felicidad, y
entonces las cosas externas así
lo manifestarán . Si quieres salud, primero tienes que pensar salud;
y, recuerda, pensar salud no quiere decir meramente pensar en un cuerpo saludable-por más importante que esto sea- sino que también incluye pensar en paz y agrado, y buena voluntad para con todo el mundo, ya que -como veremos más adelante en el Sermón- las emociones
destructivas constituyen una de las causas primordiales de la enfermedad. Si quieres alcanzar algún desarrollo espiritual y crecimiento en el conocimiento de Dios,
tienes que pensar pensamientos espirituales -pensamientos
de Dios- y darle tu atención (lo cual es tu vida) a Dios en vez de a las limitaciones.
Si
quieres prosperidad material, primero tienes que pensar pensamientos de
prosperidad, y entonces hacerte
el hábito a seguir haciéndolo ,ya que la cosa que mantiene pobre a la gente es el
mero hábito de pensar en pobreza. Si quieres una compañía que congenie contigo,
si quieres ser amado, primero tienes que pensar pensamientos de amor y buena
voluntad. « cada cual atrae su
igual» es otra forma de afirmar la Gran
Ley, lo cual significa que lo que un hombre siembra en sus pensamientos
invisibles, eso cosechará en lo que es visible. «Todas las cosas trabajan en conjunto para bien de
aquellos que aman el bien», y amar el bien significa ocuparse a sí mismo con pensamientos de bien.
Cuando la gente se despierta al conocimiento de
estas verdades superiores, naturalmente trata de comenzar a aplicarlas en su
propia vida. Al caer en la cuenta (¡por fin!) de la vital importancia de la
"justicia" -o del pensar solamente pensamientos armoniosos -, cual gente sensible, comienza inmediatamente a
tratar de poner su casa en orden. El principio involucrado es perfectamente
sencillo pero, desafortunadamente, el llevarlo a la práctica es difícil. Ahora bien, ¿por qué ha de ser esto así? La
respuesta estriba en la potencia extraordinaria del hábito; y los hábitos de
pensamiento son a la vez los más sutiles y los más difíciles de romper.
Comparativamente hablando, es fácil romper un hábito físico si uno trata en
serio de hacerlo, porque la acción en el plano físico es más lenta y más palpable
que en el plano mental. Sin embargo, cuando se trata de nuestros hábitos de
pensamiento, no podemos --como quien dice- dar un paso atrás y
adoptar una postura desprendida, como lo podemos hacer cuando consideramos
nuestras acciones. Nuestros pensamientos se deslizan por el escenario de la conciencia en una corriente ininterrumpida,
y con tal velocidad que sólo una vigilancia incesante puede habérselas con
ellos. Una vez más, el teatro de las propias acciones es el área de su
presencia inmediata. Yo sólo puedo actuar donde me encuentro. Podré dar órdenes
por carta o por teléfono, o podré presionar un botón y producir resultados a
distancia; pero aún así, mi acción ocurre donde yo estoy, y en el momento de
ahora en el tiempo. Muy por el contrario, en pensamiento puedo expandirme por
el área total de mi vida, incluyendo a toda la gente con la que he estado o
estoy relacionado, y con igual facilidad puedo dispararme hacia atrás al pasado
o penetrar el futuro. Vemos, pues, que la tarea de alcanzar un
pensar plenamente armonioso --o la verdadera justicia --es mayor de lo
que pareció a primera vista.
Tomado del Libro "El Sermón del Monte " de Emmet Fox