1:) Darte cuenta del dolor, de la aflicción o del desasosiego que sufres y
cuál es el motivo: de dónde sale, en verdad, ese sufrimiento. Si te sientes
molesto, darte cuenta en seguida de ello, y de dónde nace este malestar. (Si
dices que estás molesto porque alguien se ha portado mal contigo, no se puede
entender que tú te castigues porque otro se comporta mal. Tiene que haber otro motivo más personal escondido.
Obsérvalo).
2 : ) Darte cuenta de que el sufrimiento o las molestias
se deben a tu reacción ante un hecho o una situación concreta y no a la
realidad de lo que está ocurriendo.(Si vas a ir al campo y llueve, el enfado no
está en la lluvia -que es la realidad- sino en tu reacción porque se han contrariado
tus planes). Solemos echar la culpa a la realidad y no nos queremos dar cuenta de
que son nuestras reacciones programadas las que nos contrarían. Tenemos unos
hábitos inculcados, como automatismo, que funcionan como una maquinita automática: A
tal pregunta, tal respuesta; a tal contrariedad, tal reacción. Y funcionamos
como robots. La cultura nos inculca unas leyes rígidas, cuya única razón es que
"así se ha hecho siempre". Y con esta razón tan endeble somos capaces
de matarnos por defender "honor", "patria",
"bandera", "raza", "familia", "buenas costumbres",
"orden", "ideales", "buena fama", y muchas otras palabras
que no encierran más que ideales sin sentido real que nos han inculcado como
"cultura". Y lo mismo ocurre con las ideas religiosas.
Tomado del Libro " El Apego y El Sendero de La Iluminación " de Tony DeMello