De hecho las Bienaventuranzas
conforman un poema en prosa que consta de ocho versos, el cual es un todo de por sí y constituye lo que prácticamente
es un resumen general de toda la enseñanza cristiana. Un resumen general como
éste es típico del modo oriental de abordar la enseñanza
religiosa y filosófica, y es natural que nos recuerde al Noble Óctuple Sendero
del Buddhismo, a los Diez Mandamientos de Moisés, y a
otros compendios semejantes.
Jesús se ocupó exclusivamente de enseñar
principios generales, y estos siempre tienen que ver con estados mentales, ya
que El sabía que si los estados mentales de uno están bien, todo lo demás
tendrá que estar bien; mientras que si están mal, nada podrá estar bien. A
diferencia de los otros grandes maestros espirituales, Jesús no da
instrucciones detalladas en cuanto a qué habremos de hacer o no hacer; no nos
dice qué comer o beber, ni lo contrario. Tampoco nos dice que llevemos a cabo
diversos rituales en ciertos momentos y estaciones. Sin lugar a dudas, toda la
corriente de sus enseñanzas es anti-ritualista y anti-formalista.
Jesús tenía poca paciencia para con el
sacerdocio judío y su teoría de salvación mediante ceremonias realizadas en el
Templo. «La hora viene cuando ni en ese monte ni en Jerusalén
adoraréis al Padre-o Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales
adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren. »
Tomado del Libro "El Sermón del Monte" de Emmet Fox