A falta de oración, todo lo que puedes hacer es
expresar el carácter que tienes, en cualquier circunstancia en que te puedas
encontrar. Tanto es esto así que la mayoría de tus amigos podrían predecir de
antemano cuál sería tu conducta en las diversas clases de crisis que pudieran
surgir. Al cambiar tu carácter, la oración hace posible que se ocurra nueva
reacción.
El gran punto esencial para tener éxito en la
oración -para obtener ese sentido de la Presencia de Dios que es el secreto de
sanarse a uno mismo y a otros también; de obtener inspiración, que es el
aliento del alma; de adquirir desarrollo espiritual- es que primero logremos
algún grado de verdadera paz mental. Los místicos conocían esta verdadera paz
interior del alma, y la denominaban "serenidad"; y nunca se cansan de
decimos que la serenidad es el gran pasaporte a la Presencia de Dios -un mar
tan pulido como el vidrio que rodea al Gran Trono Blanco. Esto no quiere decir que uno no
puede sobreponerse aún hasta a las dificultades más serias a punta de oración
sin tener serenidad, porque claro que sí se puede. De hecho, cuanto mayor sea
el problema en que uno se encuentre, tanto menor será el grado de serenidad al
que tendrá acceso, y la serenidad de por sí sola se puede lograr mediante la
oración, y mediante el perdonar a otros y a uno mismo. Pero tienes que alcanzar
la serenidad antes de que puedas hacer ningún progreso espiritual real; y es la
serenidad, esa tranquilidad fundamental del alma, a lo que Jesús se refiere con
la palabra "paz" -la paz que sobrepasa todo entendimiento humano.
Los «pacificadores» de quienes se habla en
esta Bienaventuranza son
aquellos que hacen o producen esta verdadera paz -o
serenidad- en su propia alma, ya que son ellos quienes superan las
limitaciones y de hecho (no sólo en potencia) se convierten en los «hijos de
Dios». Esta condición mental es el objetivo al cual apunta Jesús en toda la
instrucción que nos da en el Sermón del Monte y en otras partes. «Mi
paz os dejo, mi paz os doy- No se turbe vuestro corazón, ni tenga
miedo. » En tanto que haya miedo o
resentimiento o el problema que sea en tu corazón, es decir, en tanto carezcas
de serenidad, o paz, te será imposible realizar gran cosa.
Es esencial tener algún grado de serenidad para
lograr una verdadera concentración.
Tomado del Libro " El Sermón del Monte " de Emmet Fox