«Bienaventurados
los que lloran, porque ellos recibirán consolación.»
La
desgracia
y la tristeza
no son de por sí cosas buenas, ya que la Voluntad de Dios es que todo el
mundo sea feliz y
tenga éxito. Jesús dice: « Yo he venido para que tengan
vida, y que la tengan en abundancia'" Sin embargo, los
problemas y los sufrimientos a menudo son extremadamente
útiles
porque mucha
gente
no se preocupa
por aprender sobre la Verdad en tanto no sean impulsados a ello por el
fracaso y la adversidad. La
adversidad se convierte, así, en algo bueno. Tarde
o temprano todo ser humano tendrá que descubrir la Verdad acerca de Dios, así como también tendrá que hacer su propio contacto
con Él de primera mano.
Tendrá que alcanzar el entendimiento de la Verdad,
el cual le liberará de una vez por todas de sus limitaciones tridimensionales y sus respectivos acompañantes -v.g. el
pecado, la enfermedad y la muerte. Pero la mayoría de
las personas no emprenderán con tesón la
búsqueda de Dios a menos que sean impulsados a ello por problemas de alguna
índole. En realidad no hay
necesidad alguna de que el hombre experimente
problemas porque si tan sólo se dedicara a buscar a Dios, los problemas nunca
vendrían. El hombre siempre tiene la alternativa de aprender mediante el desenvolvimiento espiritual o mediante la
experiencia dolorosa, y es su propia culpa si escoge la segunda opción.
Como regla general, es
sólo cuando las personas han perdido la salud - y que los medios ordinarios de
la medicina han fallado en producir resultados- que las personas ponen empeño
en lograr ese entendimiento espiritual del cuerpo como la verdadera encarnación de la Vida
Divina que es nuestra única garantía de sobreponemos a la enfermedad y,
finalmente, a la muerte. No obstante, si la gente se volviera hacia Dios y
adquiriera algo de este entendimiento mientras que todavía goza de buena salud, no tendría necesidad alguna de enfermarse del todo.
Tomado del Libro " El Sermón del Monte " de Emmet Fox.