Veamos ahora cómo habremos de hacer esto. La
Bienaventuranza dice que habremos de lograr el dominio -o sea, el poder- sobre la condición de
nuestra vida de cierta manera, y que, de todas, es la
más inesperada: por mansedumbre. Queda el hecho, no obstante, que la palabra "mansedumbre" es también utilizada en un sentido especial y técnico.
Su verdadero significado no tiene nada que ver con e!
significado que al presente se le adjudica en el
castellano moderno. De hecho, son pocas las cualidades de la naturaleza humana
que resulten más desagradables que lo que en la
actualidad entendemos por "mansedumbre". Al lector moderno, eso de "mansos" le sugiere una criatura sin ánimo, desprovista por igual de valor y de
auto-respeto, de ninguna utilidad para nadie, arrastrándose por la faz de la tierra como un gusano, y probablemente igual de hipócrita y ruin también.
Nos sugiere la adulación de! Uriah Heep de Dickens en el peor de
los casos, y en el mejor, a uno de los múltiples personajes oprimidos y desalentados del mismo autor. Pero Dickens siempre nos presenta tales casos
para propósitos de advertencia o ridículo, nunca para que los emulemos. Con estas connotaciones en mente, el lector moderno aborda el
Sermón del Monte y rechaza sus enseñanzas porque aquí, en el mero umbral, se le dice que el dominio le corresponderá
a los mansos; y le resulta muy difícil aceptar esta doctrina.
El verdadero significado de la palabra
"manso" en la Biblia es una actitud mental para la cual no hay ninguna
otra palabra que la describa,
y es esta actitud mental que constituye
el secreto de la "prosperidad" o el éxito
en la oración. Es una combinación de apertura de mente, fe en Dios, y
el caer en la cuenta de que la Voluntad de Dios para
nosotros es siempre algo gozoso,
interesante y vital, y muy superior a cuanto pudiéramos imaginamos por
nuestra cuenta. Este estado mental también incluye una perfecta disposición a permitir que esta
Voluntad de Dios venga en la forma en que mejor lo considere la Sabiduría
Divina, más que en alguna forma en particular que hayamos decidido nosotros.
Esta actitud mental ---compleja
a la hora de analizada,
pero sencilla de por sí- es la Llave del Dominio, o éxito en la demostración.
En el lenguaje común no hay palabra alguna que describa
esto, porque tal cosa no existe
salvo para aquellos que están apoyados sobre la Fundamentación Espiritual [Sprirual
Basis] de la enseñanza de Jesucristo; pero si deseamos "heredar la tierra" tenemos por fuerza que adquirir esta "mansedumbre".
Moisés, quien tanto éxito tuviera con la oración
-por ejemplo, se sobrepuso a la creencia de la ancianidad hasta el
punto de manifestar el cuerpo físico de un hombre en la flor de la juventud
cuando, según el calendario, su
edad oscilaba alrededor de los ciento veinte años, y entonces trascendió la
materia del todo; esto es, se "desrnaterializó" sin morir- era preeminentemente
conocido por esta cualidad («tan mamo como Moisés»). Moisés, como recordamos, además de su propia demostración personal, realizó una obra maravillosa para con todo
su pueblo, liberándolo de la esclavitud egipcia ante dificultades increíbles
(ya que el exitoso Éxodo fue la "demostración" de Moisés y de las pocas
almas que le asistían) e influenciando el curso subsecuente de la historia
mediante sus enseñanzas y obras. Moisés tenía una mentalidad abierta, y siempre
estaba dispuesto a que se le enseñara cosas y formas nuevas de pensar y
trabajar. No rechazaba la revelación fresca por razones de ser
novedosa y revolucionaria --
como lo hubiera hecho la mayoría de
sus colegas auto-satisfechos de la jerarquía egipcia. Él no estaba (al menos al principio) eximido de tener serias fallas de personalidad,
pero era él demasiado grande para el orgullo intelectual
y espiritual y, por ende, se elevó por encima de tales defectos a medida que la
nueva verdad trabajaba en su alma.
Moisés entendió a cabalidad
que el conformarse rigurosamente uno mismo a la Voluntad
de Dios, lejos de entrañar la pérdida de bien alguno, sólo puede significar una
vida más fina, mejor y más espléndida. No
consideraba que esto era auto-sacrificio, ya que sabía que ésa era la forma más
alta de auto-glorificación en el verdadero y maravilloso sentido de la palabra. La auto-glorificación del egotista es la vanidad ruin que conduce
finalmente a la humillación. La auto-glorificación verdadera, la que es
realmente gloriosa, es la glorificación de Dios -«El Padre que mora en mí, Él hace las obras» «Vosotros en
mí, y yo en vosotros».
Moisés tenía un maravilloso entendimiento del poder
de la palabra hablada para invocar el bien, lo cual es la fe científica. Él era
uno de los hombres más "mansos" que jamás haya existido, y nadie--exceptuando a Jesús-ha heredado la tierra en un
grado mayor.
Hay un maravilloso dicho oriental, en cuanto a que "fa mansedumbre obliga a Dios Mismo».
Tomado del Libro " El Sermón del Monte " de Emmet Fox